"Cuando mirabas la carretera siempre esperabas ver a tus padres llegar para sacarte de aquí", cuenta Isadore Poorman mirando el camino que conduce a un antiguo internado para niños indígenas en Muskowekwan, Canadá.
Poorman es un sobreviviente de las escuelas residenciales de Canadá, una serie de colegios administrados por el gobierno, y operados mayormente por la Iglesia católica, que formaban parte de la política para lograr asimilar a los niños indígenas y destruir sus culturas e idiomas.
En ellos, los niños sufrían todo tipo de abusos. Se estima que unos 6.000 murieron mientras estaban en estos internados. Sus cuerpos rara vez regresaban a casa y muchos fueron enterrados en tumbas sin nombres. Hasta ahora unos 4.100 fueron identificados.
El hallazgo el pasado mes de mayo de los restos de 215 niños indígenas que fueron alumnos en otro internado en Kamloops, el más grande de país, provocó ola de indignación nacional.
Desde entonces, se han encontrado más tumbas anónimas, más de 1.100 hasta ahora, lo que ha desencadenado una especie de juicio nacional sobre el legado de escuelas residenciales de Canadá.