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¿Son tan malos los medios?

por Federico Berrueto
21-05-2022

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Suele decirse que las sociedades tienen los gobiernos que merecen. Algo semejante puede afirmarse de los medios de comunicación. La prensa, la radio y la Tv son expresión de la comunidad a la que sirven. En estos tiempos, el presidente López Obrador ha hecho público lo que otros presidentes hacían en la penumbra: luchar contra los medios de comunicación.

Hay diferencias fundamentales entre los medios concesionados, como la radio y la Tv respecto a la prensa. Más ahora que la incursión de lo digital ha significado proyectos noticiosos de origen y destino en la red. El ejemplo originario es SDPnoticias. Ahora hay muchos otros espacios como los que dirigen Carmen Aristegui, Joaquín López Dóriga, LatinUs que coordinan editorialmente Carlos Loret y Víctor Trujillo, Animal Político, Político, La Silla Rota, Julio Astillero, Código Libre, Quadratín y muchos más. Hay otros casos singulares que funcionan por las plataformas relacionadas con el teléfono móvil, destacadamente, Uno Noticias.

También, desde hace tiempo los medios convencionales se han visto obligados a trabajar en el ámbito digital bajo un concepto de multiplataforma informativa. Es el caso de Milenio, El Universal, Reforma, El Financiero, El Heraldo y Proceso, entre otros medios escritos. Televisa también ha hecho su parte. Hay una competencia intensa y los contenidos son razonablemente buenos, diversos y hasta divertidos. También han dado lugar a la difusión de investigaciones de impacto realizadas por equipos propios o trabajos de terceros.

Los medios son negocios, tienen gastos y requieren de ingresos para solventarlos. Es cierto el apremio que padecen por la transición tecnológica, que ha generado una relación no muy sana entre los medios y el gobierno. La televisión lleva la peor parte y se complica todavía más cuando los propietarios cuentan con negocios ajenos a la actividad informativa; son más vulnerables y más propensos al miedo y al sometimiento.

Generalizar suele ser injusto e inexacto. Lo que hace el presidente, además su inquina es sanción a quien le critica. Son muchos los medios y los periodistas que cumplen con rigor su tarea y que, al hacer cobertura noticiosa u opinión no afín al régimen, son objeto de señalamiento hostil y no pocas veces agresivo. Pareciera que solo se espera el periodismo militante y, además, favorable. El problema de López Obrador con los medios es conceptual, para él todo gira en torno a la política y su proyecto. No hay espacio neutral o de independencia. Su postura lo hace intolerante a la libertad de expresión.

Suele recurrir a la victimización a manera de significar costos a la crítica. Así era antes de llegar al poder y así es ahora. Dice ser el presidente más criticado a lo largo de la historia desde Madero. No es cierto. La tarea informativa de los medios, especialmente de los concesionados del Estado le es favorable y, con frecuencia, reproducen acríticamente la información presidencial, incluso su propaganda. No hay escrutinio a pesar de las recurrentes falsedades, obvias manipulaciones y ofensivo maniqueísmo. Las sociedades tienen los gobiernos y los medios que merecen.

Para bien prevalece una buena cuota de independencia y calidad periodística en los medios. Ejemplo encomiable es Radio Fórmula, y en muchas partes del país existen proyectos periodísticos de espléndida calidad como El Siglo de Torreón, El Diario de Yucatán, El Dictamen, Vanguardia, El Norte, El Imparcial, Semanario Zeta y muchos otros. También, debe reconocerse que no hay persecución desde el poder presidencial, como en el pasado, aunque la postura de AMLO contra Carlos Loret, Carmen Aristegui, López Dóriga, Raymundo Rivapalacio, Ciro Gómez Leyva, entre otros, es tan inaceptable como reprobable.

Los medios no son tan malos como dice López Obrador. Pero no están libres de culpa histórica o presente. El régimen de la 4T asigna publicidad a partir de la afinidad política, no necesariamente de la relevancia o presencia comercial. El drama y la preocupación están en el ámbito local con la intimidación o, incluso ejecución, de periodistas, en detrimento grave de la libertad de expresión y el derecho a la información. Como quiera que sea, a pesar de sus limitaciones y la autocensura, los medios de comunicación son mejores por mucho en términos de responsabilidad y apego a la veracidad respecto al poder presidencial.