Juanpis González existe. Ese tipo presumido, homofóbico y xenófobo, que habla como si tuviera una papa en la boca y amarra un suéter Lacoste en sus hombros, existe.
"No es un personaje inventado —dice Alejandro Riaño, su creador e intérprete—, cada una de sus características, su voz, sus movimientos, su estilo, están inspirados en personas de la vida real".
Gomelos: jóvenes de la clase alta colombiana que, según Riaño, "son impunes en todo sentido, sienten que pueden hacer los que les da la gana sin consecuencias y con plata logran limpiar sus cagadas, sean estas violar a una mujer o estrellar el carro borrachos".
Juanpis González, además de ser la parodia de un personaje esnob y machista, es una próspera empresa: tiene un teatro, un bar, una cerveza, múltiples shows que incluyen entrevistas con candidatos presidenciales y, ahora, una serie en Netflix que lleva una semana como la más vista en el país.
La apuesta de Riaño con la serie, y quizá el objetivo más ambicioso, es sacar a Juanpis de la lógica bogotana en la que nació y convertirlo en una parodia de la élite latinoamericana; en una denuncia del clasismo y la desigualdad que se expanden por la región.
"Personajes como él hay en toda América Latina —señala Riaño—, sobre todo en los países donde hay más corrupción, como México, donde están los mirreyes, que son lo mismo que los gomelos acá, solo que en Colombia intentan pasar por sofisticados, se creen ingleses, piensan que usar Gucci es lobo (ramplón), mientras que en México les gusta mostrar la marca y no tienen problema con andar en Ferrari o irse por una noche en avión de fiesta a Acapulco".
Riaño, que tiene 36 años, admite que si no fuera por su origen privilegiado el personaje de Juanpis no habría tenido el mismo impacto: "No cualquier persona puede entrar a los sitios que yo entré, a los clubes, al palacio presidencial, yo conozco a mi personaje porque lo vi de cerca; estudié teatro y sé cómo hablan, cómo piensan y cómo se mueven los gomelos".