China se ha convertido en uno de los principales actores internacionales en los Balcanes, una región que tradicionalmente ha estado bajo influencia europea y estadounidense.
En el pasado, la mayoría de los países de esta montañosa región conformaron la extinta Yugoslavia, y hoy representan para China una puerta de entrada a Europa occidental para su llamada Nueva Ruta de la Seda, una ambiciosa red de proyectos de infraestructura repartidos en los cinco continentes.
Desde el lanzamiento en 2012 del mecanismo de cooperación "16+1", que reúne a los países de Europa Central y Oriental, las inversiones chinas en los Balcanes occidentales se han multiplicado.
Actualmente abarcan sectores claves de la economía y han generado deudas multimillonarias, así como muchas preocupaciones.
El caso de Montenegro es posiblemente el más llamativo. La nación balcánica y el banco estatal chino Exim firmaron en 2014 un contrato de préstamo preferencial por US$942 millones para financiar un tramo de 41 kilómetros de carretera.
Los críticos del proyecto advirtieron desde el principio que era poco rentable y ahora el proyecto ha puesto en peligro la soberanía del pequeño Estado de 622.000 habitantes, advierte el semanario serbio Vreme.
"Para que el préstamo sea reembolsado con los ingresos por peajes, es necesario que un vehículo pase por este tramo cada 3 segundos, las 24 horas del día y 7 días a la semana durante los próximos 14 años, escribió Milos Vukovic en el semanario.
Otras controvertidas inversiones de China en los Balcanes incluyen la adquisición de la principal planta siderúrgica de Serbia, Železara Smederevo; un ferrocarril de Budapest a Belgrado cuya viabilidad económica no termina de convencer y una gran central térmica en Bosnia y Herzegovina que preocupa a los ambientalistas.