El coordinador de ayuda de emergencia de la ONU, Mark Lowcock, se refería con estas francas palabras: "Hay hambre en Tigray"; a la situación que se vive en la región norte de Etiopía.
Su declaración, en una mesa redonda antes de la reciente cumbre del G7, se basó en la evaluación autorizada de la crisis realizada por la Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria (IPC), una entidad respaldada por la ONU.
En un informe, estimó que 353.000 personas en Tigray estaban en la fase 5 (catástrofe) y casi 1,8 millones más están en la fase 4 (emergencia).
Lowcock eligió las palabras con cuidado pues son la forma técnica de decir "hambruna".
Pero el IPC no usó esa palabra porque es políticamente sensible y el gobierno etíope se opondría.
Detrás de estos números se esconde una brutal tragedia humana.
A estas alturas es inevitable ver un gran número de muertes por inanición. De hecho, ya está sucediendo.
Los habitante de Tigray hablan de aldeas remotas donde las personas son encontradas muertas por la mañana, tras perecer durante la noche.
Las mujeres que fueron secuestradas por soldados y mantenidas como esclavas sexuales, y que ahora están siendo atendidas en hospitales o casas de seguridad, están atormentadas pensando en los niños de los que fueron separadas, que bien pueden estar muriendo de hambre sin el cuidado de sus madres.