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Las dimensiones infinitas del sexo

por Redacción
10-01-2022

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Nuestra cultura: la mujer, objeto de placer.

En nuestra cultura, por su forma dicotómica y jerárquica de ver el mundo, la sexualidad tiende a ser ‘parcelada’, limitándose a una visión reduccionista de cuerpos normativos y actos también normativos.

Así, en lugar de entender el sexo como algo inherente al ser humano desde que nace hasta que muere, reducimos el sexo a “parcelas”: determinadas partes del cuerpo, determinados actos, determinadas edades.

Los medios de comunicación, el medio audiovisual, las películas, el ámbito publicitario… Todos utilizan el sexo como reclamo, de una u otra forma. Casi siempre reducido a una interacción básica hombre-mujer con cuerpos jóvenes y perfectos, desde una perspectiva falocéntrica, donde la mujer es un mero objeto de placer y deseo (la dadora de placer) y el hombre es el sujeto de placer (el que disfruta). En esta visión reduccionista, todo acontece según unos patrones y unas normas adheridas a un formato muy estereotipado que únicamente sirve para provocar en muchas personas problemas de autoestima y desconexión de lo que realmente significa una sexualidad libre y plena.

Si además añadimos una educación sexual precaria y castrante con cualquier tipo de diversidad que salga de lo normativo, esto da lugar a los diversos tabúes y mitos que aún sufrimos en nuestra sociedad.

El sexo, como bien define la OMS, es un aspecto central en el ser humano, y hay que entenderlo como tal, es decir, darle la importancia que tiene respecto a la salud y el bienestar de la persona: porque somos seres sexuados queramos o no, una sexualidad sana sirve para ser feliz y pasa por conocerse a uno mismo, aprendiendo a amarse y a respetarse, pues amar y respetar a otra persona no es posible si no te amas y respetas antes a ti mismo.

Visión reduccionista.

Desde pequeños, es habitual que todo lo que rodea a la sexualidad se silencie.  Muchas cosas no se nombran, o se ocultan; otras se desnaturalizan, y finalmente “aprendemos” de lo que dicen por ahí que es el sexo, con un formato reduccionista y un poso importante de tabú, llegándonos información en muchas ocasiones trasnochada y distorsionada, cuando no directamente irreal o falsa.

Así, el sexo queda reducido a:

    Partes anatómicas concretas.

Reducimos el placer sexual a la genitalidad. Así, por ejemplo, se da excesiva importancia a situar los centros de placer exclusivamente en puntos concretos: la vagina, el clítoris, el punto G, el útero, etc. En el hombre, sobre todo preocupa el tamaño del pene, también la erección y la eyaculación en el momento exacto.

Está fenomenal investigar por nuestra cuenta los lugares que nos dan placer, es muy bueno conocerse, pero obsesionarse o reducirlo exclusivamente a puntos anatómicos concretos puede limitarnos en el disfrute de otras dimensiones del sexo, pues realmente el órgano sexual más importante de todos, sin duda, es el cerebro, y el más extenso es la piel.

Según esta visión, sobraría decir cosas como que una mujer histerectomizada (extirpación quirúrgica del útero) puede sentir exactamente el mismo placer sexual que antes, y es que ya he hablado con muchas mujeres que se sienten “castradas” por esto, cuando en realidad no es así, todo está en su cerebro: si tenemos ideas preconcebidas en las que asociamos la feminidad al aparato reproductor y creemos que la ausencia de útero afectará a nuestra sexualidad por supuesto que nos afectará, si no tenemos este tipo de creencias no nos afectará en absoluto.


Lo mismo sucede con las mastectomías; la sexualidad no se vería mermada si la mujer no asocia en su cerebro la ausencia de mamas con la pérdida de su feminidad (cosa muy difícil por el inmenso valor sexual que se da a las mamas en nuestra cultura).


Es más, yendo mucho más allá de los genitales: personas con disfunción genital como los parapléjicos o tetrapléjicos pueden gozar de una sexualidad plena como cualquier otra persona. Efectivamente, el sexo en los discapacitados (físicos o psíquicos) también existe, pues cuando decimos que la sexualidad es algo inherente a los seres humanos, es precisamente eso: a todos los seres humanos.