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AMLO y Morena: ¿Entregar o no la candidatura a la clase política?

por Federico Arreola
14-11-2022

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Partamos de una definición para no caer en confusiones. ¿Qué es la llamada clase política? Si no estoy mal informado, tal concepto lo creó el italiano Gaetano Mosca. Significa que cada sociedad puede ser dividida en dos clases: una minoría que gobierna y una mayoría que es gobernada. Desde luego, la minoría dominante es la clase política.

En México, tradicionalmente la clase política ha estado integrada por (i) políticos —del PAN, del PRI, del PRD, de Movimiento Ciudadano—, (ii) hombres y mujeres de negocios, (iii) periodistas de élite, (iv) intelectuales, (v) líderes religiosos no comprometidos con las mayorías, (vi) rectores de las principales universidades y (vii) académicos, científicos y tecnólogos a quienes motiva el afán de lucro.


AMLO y la clase política

Probablemente en su juventud Andrés Manuel López Obrador intentó hacer carrera en la clase política de Tabasco. Pronto descubrió que en la misma no iba a tener nunca un lugar importante. Los poderosos de ese estado lo rechazaron por su naturaleza excesivamente rebelde y, sobre todo, por su convicción —ingenua para mucha gente, idealista para otras personas— de que la política debe servir a los de abajo y no a los de arriba.

Desde hace más de 30 años Andrés Manuel tomó la decisión de hacer política contra la clase política. Le llevó mucho tiempo y esfuerzo, pero logró imponer su idea de gobierno contra el PRI, el PAN, el PRD y MC; contra el poder del dinero, mexicano y extranjero; contra los medios, particularmente los más grandes; contra los intelectuales, no todos, pero sí quienes pactaron con los anteriores presidentes; contra quienes controlan algunas de las mayores universidades mexicanas, públicas y privadas, y contra quienes han dominado el sistema que produce la poca ciencia y tecnología nacionales.

Cuando AMLO habla de corruptos, rateros, hipócritas, racistas, clasistas, etcétera se refiere solo a la clase política. Por ejemplo, al cuestionar al periodismo, Andrés invariablemente aclara que no critica a las reporteras y a los reporteros de abajo, sino a los dueños de los medios y a sus columnistas de más fama.

Durísimos comentarios sobre la clase política Andrés Manuel los ha hecho desde hace 30 años y, ya en el poder, los repite cada vez que viene al caso. Por ejemplo, el pasado mes de septiembre dijo sobre las fuerzas armadas en tareas de seguridad: “No queremos que siga una minoría decidiendo por todos, como era antes, la llamada clase política”.

Nunca AMLO ha actuado como un político halagador de periodistas. De plano no es como todos los otros políticos, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa, etcétera.

Si no le generara un problema de gobernabilidad en un momento histórico de gran complejidad para la nación mexicana, el presidente López Obrador probablemente ya habría hecho lo que dijo en una entrevista de enero de 2011: “Que se investigue a todos los integrantes de la clase política y que se empiece por ver cuántos bienes tienen, porque muchísimos políticos se han enriquecido..., cada tres o cada seis años hay nuevas camadas de ricos. Que se investigue a todos los que han ocupado cargos públicos, cuáles son sus propiedades, sus cuentas bancarias y propiedades en el extranjero”.

La pesadilla de Andrés Manuel debe ser la de cómo evitar que Morena en el poder se convierta en una nueva clase política corrupta, hipócrita, clasista, ratera y racista.

Creo que esa es la razón de haber anticipado la carrera presidencial morenista. AMLO dijo —y dio los nombres— que hay corcholatas con posibilidades de conseguir la candidatura del 2024, pero aclaró que decidirá la gente, no la clase política, esto es, no los gobernadores, no los senadores, no los diputados, no los empresarios, no los periodistas… Es la razón por la que habrá una o varias encuestas.

¿Podrá AMLO evitar que la candidatura se la quede la clase política —la que se está formando a partir de la llegada de Morena al gobierno—, o de plano eso es imposible dada la naturaleza del sistema?


Las estrategias

Vale la pena entender la estrategia de cada corcholata en relación a la clase política. Hasta ahora los y las analistas se han concentrado en ver quién va ganando en las encuestas difundidas en los medios —en el promedio de todas ellas, Claudia Sheinbaum es la líder; Marcelo Ebrard ocupa el segundo lugar, y las últimas posiciones de la clasificación se las intercambian Adán Augusto López y Ricardo Monreal—, pero quizá tan importante como las estadísticas de preferencias electorales sea poner el acento en lo que cada corcholata hace para buscar la candidatura.


Adán Augusto, con los gobernadores

El secretario de Gobernación, consciente de que no crecerá todo lo que necesita en las encuestas, ha decidido trabajar a los gobernadores de Morena —y aun a los de otros partidos—. Lo que sea de cada quien, lo ha hecho muy bien, pero ¿le dará tal apoyo lo que necesita para quedarse con la candidatura?

Adán Augusto López ha convencido a los gobernadores con un discurso muy inteligente —conste, inteligente solo para marear a la clase política, acostumbrada a las formas autoritarias del PRI y del PAN—. El secretario de Gobernación sabe lanzar, con otras palabras, el mensaje que más le conviene: que solo hay una encuesta que vale y es la opinión del presidente López Obrador.

No pocos gobernadores —algunos porque les beneficia el trato con el secretario de Gobernación, otros por sincero cariño— le han comprado la teoría a Adán Augusto, lo que en una primera lectura resulta sorprendente, ya que ellos conocen muy bien el despreció de Andrés Manuel respecto de los arreglos en las cúpulas políticas... o quizá la válida sea otra lectura: intuyen que, más allá de ese desprecio, AMLO con realismo deberá resignarse a que, en los asuntos del poder político, la clase política manda, y ya está.

Por cierto, en los últimos meses Adán ha dedicado casi todo su tiempo a visitar estados de México, lo que en ocasiones hace en aviones oficiales. Su cargo de secretario de Gobernación y la necesidad de ser eficiente justifican legítimamente el gasto, pero quizá pierde la valiosa oportunidad de convivir con muchas personas en salas de espera de aeropuertos. Imitar a AMLO, quien usa aerolíneas comerciales, tal vez le beneficiaría.

Claro está, no se dividirá Morena si Adán pierde la candidatura. Si no gana, este hombre se disciplinará sin duda. Y los gobernadores que están con él saben que el apoyo tiene un límite: lo que diga la encuesta de Morena.

La verdad de las cosas es que, si hay lopezobradoristas verdaderamente sinceros, debemos buscarlos entre los gobernadores de Morena. Imposible dudar de la lealtad a Andrés Manuel y a su proyecto de políticos tan comprometidos y leales como Rubén Rocha, de Sinaloa; Víctor El Profe Castro, de Baja California Sur; Alfonso Durazo, de Sonora; Miguel Ángel Navarro, de Nayarit, etcétera.


Monreal, con los senadores

Le encanta a Ricardo Monreal decir que están con él no pocos —sin duda la mayoría— de los senadores de Morena. Ese apoyo quizá le resultará valioso si, al fin, da el paso de romper con el partido fundado por AMLO para negociar con la oposición, en la que manda la clase política tradicional. Pero el control sobre tales legisladores de poco le servirá en la búsqueda de la candidatura de izquierda.

Monreal no se ha dado cuenta de que su mal desempeño en las encuestas obedece a que dialoga poco con la gente y mucho con liderazgos políticos inconformes porque no les ha ido bien en la 4T.

Creo que sí hay un riesgo de división en el hecho de que tantos senadores se la jueguen con Monreal en asuntos que este utiliza para golpear a la estructura gubernamental de Morena. Evidentemente está faltando operación política para garantizar la unidad en el Senado… lo que quizá se deba a que el titular de Gobernación anda ocupado en giras que poco aportan a la gobernabilidad y que, por lo demás, escasamente se reflejan en las encuestas de preferencias electorales.

Ebrard, con Elba Esther, con Ildefonso y con los medios

Hoy en Milenio la lamentable maestra Elba Esther Gordillo —mujer que es sinónimo de corrupción— dijo que su candidato es Marcelo Ebrard.

Hace tiempo, en un restaurante escuché al priista Ildefonso Guajardo decir algo parecido. No miento, el negociador de Peña Nieto del tratado comercial con Estados Unidos y Canadá comentó frente a mí y otra persona que había estado en una reunión con Claudio X. González y que habían concluido que si nadie crecía en la oposición, lo mejor que la derecha podía hacer era apoyar a Ebrard con todo en los medios para que este ganara la encuesta de Morena. ¿Qué ve la clase política conservadora en Ebrard? Como dijo Ildefonso, el canciller “sí entiende”. Esto es, sí sabe —y sí acepta— el juego de los poderes fácticos.

Por otra parte, la corcholata que mejor prensa tiene es Marcelo Ebrard. La comentocracia es de quien la trabaja, y el canciller ha hecho la tarea. Su instinto es correcto, ya que para competir en una encuesta resulta más inteligente buscar el apapacho de los medios que de los gobernadores y senadores. Por esa razón Marcelo se mantiene en la competencia, detrás de Claudia con diferencia estadística, pero no tan abajo como Adán y Monreal.


¿Y Claudia Sheinbaum?

La jefa de gobierno nunca ha se ha apoyado en la clase política. Sigue siendo esencialmente la misma indócil activista de izquierda que fue en su época universitaria, así que no se le dan en la actualidad las formas de fina grilla o suave maniobrerismo para acercarse a políticos profesionales que —normalmente— antes de ofrecer apoyo exigen algo a cambio.

Por sus obligaciones como jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum mantiene relaciones institucionales con el poder legislativo, el poder judicial y los gobernadores de Morena, pero evidentemente no domina —pareciera que tampoco intenta practicar— el arte de amarrar favores en las élites. En esto ella se encuentra en desventaja frente a Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard.

Esa será una enorme debilidad si la clase política termina siendo en la 4T tan poderosa como lo ha sido en otros sexenios. Si AMLO doma a sus élites y a las de la derecha —lo que no es sencillo—, tal inconveniente se traducirá en fortaleza. La encuesta de Morena, cada día más cercana, lo dirá.