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Indicador Político

por Carlos Ramírez
23-09-2021

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Si los países de la CELAC habían anunciado con mucha fuerza la intención de liquidar la Organización de Estados Americanos y construir un nuevo organismo sin la presencia de Estados Unidos, el saldo de su reunión en México fue un fracaso porque se redujo a la propuesta de buscar un tratado de comercio libre de los países de la región con el TCL de México-EU-Canadá.


La lógica de los tratados comerciales responde a los intereses de Estados Unidos para capitalizar la victoria económica del capitalismo sobre el comunismo soviético. No fue gratuito el hecho de que el consenso de Washington que dio luz verde a la globalización económica de mercado haya sido presentado de manera formal en sociedad en diciembre de 1989, en el tiempo político histórico del desmoronamiento del muro de Berlín como símbolo del principio del fin de la propuesta comunista de la Unión Soviética.


La globalización representó la integración de bloques comerciales entre varios países, incluyendo el funcionamiento de la Unión Europea como un gigantesco mercado capitalista regional. La integración internacional de cadenas productivas buscó la construcción, sobre todo, de mercados de consumo. Estados Unidos, por ejemplo, aceptó el tratado con México por lo que representaba una comunidad de consumidores de más de cien millones de personas; es decir, México fue visto como un comprador de bienes y servicios estadounidenses y como una economía ensambladora de bienes producidos por compañías americanas.


América Latina nunca ha podido definir una integración económica y comercial y se ha conformado con sus mercados aislados y dependientes de la demanda estadounidense. La reflexión intelectual latinoamericana sobre las razones del fracaso económico, comercial y de desarrollo pasó por el reconocimiento de la falta de enfoques económicos propios y de la expansión del control económico del Fondo Monetario Internacional sobre las economías de la región.


El fracaso de las experiencias latinoamericanas integradoras –el Sistema Económico Latinoamericano, el Mercosur y la Alianza Bolivariana– fue producto la incapacidad de los países asociados para reflexionar un modelo de desarrollo regional. Las experiencias de economía de Estado como la de Cuba y la fugaz de Chile no construyeron un pensamiento regionalista mi derivaron en un sólido modelo de desarrollo. Y de manera paralela, los países de la región entraron desde los años cincuenta en fases inestables de radicalización política e ideológica porque priorizaron la definición de las ideas y no las necesidades para construir bases estables de desarrollo.


Los gobiernos culparon al contenido político e ideológico del capitalismo y descuidaron la construcción de una planta productiva agropecuaria y de transformación industrial para competir o asociarse con el capitalismo dominante de Estados Unidos.


La intención de la CELAC de optar por un tratado comercial con el TCL de Norteamérica no llevará a ningún objetivo concreto por razones de perfil ideológico de los principales países latinoamericanos. México, para consolidar su tratado con Estados Unidos, tuvo que cambiar el perfil social de su Estado y que archivar sus tradiciones nacionalistas para convencer al congreso estadounidense de aprobar la asociación comercial. Ello quiere decir que Estados Unidos usa los tratados para imponer su modelo de mercado político, ideológico y productivo.


La inestabilidad política de los gobiernos latinoamericanos ha sido el lastre que han arrastrado al fracaso las diferentes experiencias de globalización del mercado latinoamericano. Las referencias recurrentes a construir una Unión Latinoamericana similar a la Unión Europea son superficiales, carentes de viabilidad y diríase que hasta demagógicas por su manipulación de corto plazo. América Latina sí puede ser un mercado de producción y consumo, pero requiere pasar por lo menos de manera previa por tres grandes reformas: educativa y tecnológica, de liberación de mercados y de disociación del sistema económico y productivo respecto del sistema ideológico. Solo así podría potenciarse la zona latinoamericana y del Caribe como un gran mercado de producción y consumo que el eleve los niveles de bienestar social.


El otro tema que tampoco han reflexionado los gobernantes latinoamericanos es el que radica en la prioridad estadounidense del bienestar de su población como eje de dominación militar, de seguridad nacional y de comercio. Los vínculos políticos, ideológicos, económicos y comerciales radican en el vínculo de hegemonía militar estadounidense en América Latina. Todo acuerdo comercial de Estados Unidos debe pasar por la asunción del dominio de seguridad militar de Washington sobre la región. La OEA es un espacio para el funcionamiento de tres instancias de seguridad militar estadounidenses: el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, la Junta Interamericana de Defensa y la Conferencia de Ejércitos Americanos.


En el fondo, el enfoque económico y comercial de Estados Unidos representa la construcción de un bloque de defensa militar, así como la Unión Europea no podría funcionar sin la hegemonía militar de Estados Unidos en la zona a través de la OTAN.


Si la CELAC quiere explorar un tratado comercial con el TCL de Norteamérica, tendrá que definir y debatir sus costos soberanos de tipo político, ideológico, geoestratégico y militar con Estados Unidos