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Las últimas horas de Marcel Proust

por Redacción
15-02-2022

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Este año Francia, y el mundo, conmemora el centenario de la muerte de Marcel Proust, el autor de la gran novela "En busca del tiempo perdido". Con grabaciones del archivo de la BBC, fuimos en busca del gran escritor.

A finales del siglo XIX, París estaba en medio de La Belle Époque, La época bella, en la que la ciudad parecía el centro del mundo cultural.

En una brillante ocasión, al príncipe Antoine Bibesco, un joven aristócrata rumano, le presentaron a Marcel Proust.

"Mi madre, que era el alma de la hospitalidad, acostumbrada a dar veladas musicales. Una noche, un joven vino a una de estas fiestas.

"Tenía unos 30 años. Su cabello era un poco demasiado castaño y sus ojos eran como la laca japonesa. Nos presentaron. Le di mi mano pero apenas la tocó. Era un hábito", le contó a la BBC.

"En años posteriores, con frecuencia me burlaba de él al respecto: 'Odio tu flojo apretón de manos'. Pero Marcel se defendió: 'Si pongo más energía en mi apretón de manos, la gente pensará que siento una simpatía inexistente'".

El apretón de manos flojo y la explicación de Marcel Proust para ello eran típicos de su esnobismo.

Era un rico socialité que quería ser aceptado en los salones más grandes de París.

"Lo primero de lo que hablaba era de los chismes de la gente, de lo que estaban haciendo, de quién se casaba con quién, de lo que le había pasado a tal y cual, de quién había desaparecido del mapa social", señaló Michael Wood, profesor emérito de la Universidad de Princeton.

"También hablaba sin cesar sobre arte y arquitectura y particularmente pinturas.

"Pero además estaba casi todo el tiempo investigando para su libro. Así que una de las cosas de las que te preocuparías un poco si fueras a verlo era dónde aparecerías en el libro y bajo qué disfraz".

"Él sentía mucha curiosidad por la vida de otras personas -recordó Bibesco- y solía hacerles muchas preguntas.

"Le divertía conocer los secretos de sus amigos. Era como un amante de los crucigramas que intentaba llenar un espacio vacío durante años", agregó el príncipe.

Proust sólo había incursionado en la literatura, pero gradualmente comenzó a retirarse de la vida parisina para dedicarse a escribir.

Pasaba semanas y semanas, sufriendo de asma crónica, en su habitación forrada de corcho, no solo para insonorizar sino para evitar que el polen y el polvo agravaran sus alergias y el asma.

"A diferencia de muchos hipocondríacos, él estaba genuinamente enfermo. Tuvo ataques asmáticos desde que tenía unos 10 años, pero también hizo toda una carrera a partir de su enfermedad", dijo Wood.

"Pero creo que siempre debió haber sido todo el tiempo el gran escritor que iba a ser. Era dos personas: un arrogante al que nada le gustaba más que pasar un buen rato y perder el tiempo, y, en el fondo, otra persona: una escritor enloquecido y obsesivo".

Si Proust tenía esos dos lados de su personalidad, ¿cuál podría haber sido el desencadenante que lo convirtió en un escritor dedicado?

"Hay un gran candidato para ser el desencadenante, que es la muerte de su madre", declaró el profesor de Princeton.